Imagine que el mundo se quedara a oscuras y no hubiera Internet. Piense en las consecuencias, las repercusiones, el impacto global que tendría en su organización. Multiplíquelo por cien: la nanocrisis que se avecina será aún más devastadora y destructiva. Y más rápida. La pandemia es ilustrativa por su enorme impacto en la vida humana, las organizaciones y las economías del mundo. Se extendió rápidamente, pero se desarrolló a paso de tortuga en comparación con el impacto de una nanocrisis.
La verdadera amenaza hoy en día es el acceso que los malhechores tienen a las tecnologías digitales que operan a diferentes velocidades, a diferentes escalas y en un dominio diferente del que pueden o pueden hacerlo los humanos. Eso da a los perpetradores innumerables e ingeniosas formas de realizar sus asaltos. Cuando te enteras de que los hackers en 2018 fueron capaces de acceder y robar más de diez gigabytes de datos privados de un casino de Las Vegas entrando en sus sistemas a través de un termómetro inteligente en una sola pecera, sabes que el juego ha cambiado.
Tales amenazas son diferentes en los ámbitos no militar y militar, pero no tan marcadamente diferentes como lo fueron en el pasado. La amenaza cibernética, como la guerra electrónica, es una espiral ascendente sin fin de innovación destructiva. Y aunque muchas violaciones se producen desde dentro hacia fuera, implicando a empleados como malos actores o descuidos por parte de los usuarios, sigue siendo importante prepararse para estos casos. Los hemos agrupado en tipos generales de nanocrisis.
Un apuro o calamidad cuyo origen se encuentra en la dependencia de una organización de un sistema digital, y cuya velocidad y escala impiden la mitigación inmediata por parte de los seres humanos.
Aunque cada día se diseñan nuevas formas de calamidad, proponemos que existen seis categorías generales en las que pueden agruparse las nanocrisis: